miércoles, 16 de abril de 2014

EL EVANGELIO DE LAS COSAS PEQUEÑAS






Querido Samuel:
Siempre me llamaron poderosamente la atención aquellas palabras que compendian toda una vida, la vida de Jesús de Nazaret, en una pequeña frase: "Pasó haciendo el bien y sanando a los oprimidos por el mal".
Es asombroso como en una pequeña frase pueda caber toda la vida de un hombre. Y, sin embargo, no se podría decir más, ni mejor.
Esas pocas palabras encierran todo un tratado existencial capaz de arrojar una potente y maravillosa luz sobre nuestra mente y sobre nuestro corazón.
La vida, querido amigo, es un "pasar", es un camino a recorrer, es una etapa que no se cierra ni se agota en sí misma.Es una senda que conduce a un destino.
¡Qué fácilmente erramos confundiendo el camino con el destino!
¡Con cuánta fuerza nos acecha la tentación de transformar cualquier cuneta del camino en nuestro destino final!
¡Cuántas veces, atraídos por la dulzura del paisaje o encandilados por el encuentro y la conversación de otros viajeros, o admirados por las riquezas que vamos descubriendo a nuestro paso, nos entretenemos temerariamente, olvidando que estamos de paso, que hemos de caminar, que nuestra misión es seguir adelante!
Sí, Samuel, la tentación es siempre detenernos, entretenernos, abandonar la marcha y echar raíces allí donde nos plantamos.
El engaño consiste en olvidarnos de que si nosotros renunciamos a pasar, a caminar, entonces seremos arrastrados por las corrientes, como palos arrastrados por las corrientes de los rios o por las olas de los mares. Y si esto ocurriese, entonces dejaríamos de ser dueños de nuestro destino, dejaríamos de ser protagonistas de nuestra propia vida. Nuestro pasar con decisión por la vida se transformaría en un penoso y triste ser llevados y arrastrados.
Querido Samuel, no nos consintamos a nosotros mismos el detenernos para así no ser arrastrados. 
Caminar, caminar siempre hacia la meta. Habrá días de sol ardiente en que nos parezca imposible dar un paso más, pero siempre en algún momento vendrá a acariciarnos la suave brisa que nos reconfortará.
Habrá días en que el rigor del frío de los vientos y de las lluvias a duras penas nos dejarán avanzar, pero siempre después de la tormenta llega la calma.
Otras veces la noche será oscura y cerrada, pero también volverán las noches cargadas de estrellas e iluminadas por la suave luz de la luna.
Lo importante es caminar, transitar ese camino abierto exclusivamente para cada uno. Cada uno tiene su propio camino, aunque a todos se nos ofrece la misma meta.
Ninguno vamos hacia Dios por el mismo camino, cada cual ha de recorrer el suyo propio. Y, sin embargo, aunque pueda parecer contradictorio sólo hay un Camino que conduce hacia la meta. ¿Recuerdas que Alguien dijo, "Yo soy el Camino"?
Se trata de pasar y de caminar, pero no de cualquier modo.
Hay muchas formas de pasar por la vida, y aun por encima de las diferentes situaciones y circunstancias de cada quien hay un talante que es único y singular, y que resiste a las mismas circunstancias.
"Pasar haciendo el bien y sanando a los oprimidos por el mal", ¿no te parece que sea esta la forma más atrayente de pasar? Y aun quizás el único motivo para no renunciar a seguir caminando apeándose en cualquier cuneta del camino.
Tenemos las armas necesarias para convertir cada uno de nuestros días en una fábrica de milagros, cada una de nuestras palabras en dardos de esperanza, cada uno de nuestros silencios en abrazos acogedores, cada uno de nuestros encuentros en momentos inolvidables que hagan tremer de gozo el alma.
Mi querido Samuel, ¡claro que podemos y está en nuestras manos!
Podemos obrar el milagro de pasar al lado de todos sin que ninguno sienta que pasamos de largo.
Tenemos la capacidad de pasar enjugando lágrimas y haciendo florecer sonrisas.
Poseemos el don de besar los corazones heridos con sólo la mirada.
Tenemos el poder para infundir fuerza al que está derrotado, ánimo al que está desalentado y paz al desesperado.
Nos ha sido dado el poder de la consolación.
Tenemos todo ese poder y esa fuerza porque sabemos bien donde está esa fuente de la que mana y corre el agua viva y milagrosa que lo hace posible.
Somos inmensamente ricos si para el camino llevamos el evangelio milagroso de las cosas pequeñas. En él está escrito el secreto de nuestra felicidad y de la felicidad de nuestro prójimo.
Caminemos juntos, Samuel.
Tu amigo que te quiere
Jonatán

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