Mi
querido Samuel:
"Humildad
es andar en verdad", escribía la Santa Madre Teresa de Jesús.
Este
es su pensamiento y su enseñanza:
“Una
vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de esta
virtud de la humildad, y púsome delante -a mi parecer sin considerarlo, sino de
presto- esto: que es porque Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en
Verdad”. “Y así entendí qué cosa es andar un alma en verdad delante de la misma
Verdad”.
No
importan, pues, los juicios humanos. No somos más buenos porque nos alaben, ni
somos más malos porque nos vituperen. Realmente somos tan sólo lo que somos delante de Dios. Y por
mucho que nos ensalcen o nos denigren los demás, por más que nos vanagloriemos
o nos infravaloremos falsamente a nosotros mismos, nada cambia de lo que
realmente somos.
Para
andar en verdad y en humildad no hay más camino que ponerse delante de Dios,
dejarse iluminar por su luz, dejarse envolver por su misericordia infinita y
verse uno a sí mismo con la mirada misma de Dios, con los mismos ojos con que
Dios nos mira y nos ve.
Piensa
siempre que los juicios de los hombres son insustanciales y no pocas veces equivocados, interesados, superficiales
y faltos de rigor y verdad.
Naturalmente,
por nuestra honda amistad, sufro contigo el dolor que te produce el haber sido
víctima de la mentira y de la injusticia con la que te han agraviado. Tu dolor
es también el mío, porque "la amistad es un alma que habita en dos
cuerpos, un corazón que habita en dos almas". Y si gozo y me alegro cuando
compartimos los triunfos y alegrías, infinitamente más me alegro del honor que
es para mí el poder compartir tus sufrimientos. Porque, “los amigos falsos son
como las sombras: sólo nos siguen cuando brilla el sol”, y “el infortunio
muestra a aquellos que no son realmente amigos”.
¡Las
grandes lecciones se aprenden en el libro del sufrimiento!, queridísimo Samuel.
Una de ellas es que “sólo los tontos tienen muchas amistades. El mayor número
de amigos marca el grado máximo en el dinamómetro de la estupidez”. Y yo me
tomo el atrevimiento de corregir a Pío Baroja, pues no me parece que sólo los
tontos tienen muchas amistades, sino que creen tenerlas, cuando la realidad es
que “los amigos verdaderos son los que vienen a compartir nuestra felicidad
cuando se les ruega, y nuestra desgracia sin ser llamados”. Los tesoros no son
fáciles de encontrar, ni se encuentran frecuentemente.
Y es bajo el surco de las dificultades y las derrotas que se descubre al amigo
verdadero, porque “la verdadera amistad es como la
fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido”.
Por
un lado, me apena profundamente que hayas tenido que probar el sabor amargo de
la mentira y padecer la acidez de la injusticia. Me duele más profundamente por
tu juventud y porque eres hombre de corazón honesto y leal.
Por
otro lado, aunque parezca contradictorio, no dejo de experimentar cierta
alegría, porque conociendo tu “raza” y tu “casta”, estoy firmemente persuadido
que tú eres del número de esos pocos privilegiados que saben enfrentarse a las
mayores dificultades y a los retos más difíciles para crecer sobremanera.
¡Saldrás
crecido y acrisolado! ¡Te levantarás henchido de fortaleza para plantar cara a
todo tipo de mentira y de injusticia! ¡Crecerás enormemente en sensibilidad
hacia el sufrimiento del prójimo que pueda vivir abatido por la maledicencia,
por la mentira y por las injusticias causadas por los hombres de corazón
perverso y malvado!
Estoy
firmemente convencido, querido Samuel, que esta experiencia de dolor será un hito
importante en tu vida. Una ocasión para abrir todavía más tus ojos y tener una
mirada aún más penetrante, que te ayudará a no dejarte engañar por las falsas apariencias,
ni embaucar por la doblez. Pisarás la vida, amigo mío, con paso más firme y
seguro, para esquivar las cloacas de mentira e injusticia que como trampas
mortales se esconden a cada paso de nuestra vida.
No
existe un mundo idílico, ni paradisíaco. Junto al trigo, crece también la cizaña.
Hay mucho bien y mucha bondad a nuestro alrededor, pero también actúa con
fuerza el mal con todas sus caras. Y sólo tenemos una manera de combatir la
maldad, que es ahogándola a fuerza de bien. Tenemos la certeza, y no sólo la
esperanza, de que el bien es más fuerte que el mal, aun cuando el primero fuese minoritario y jugase en
desventaja.
Los
hombres de corazón turbio podrán ganar batallas, pero jamás serán los
vencedores de la batalla final.
Como
hombre de fe probada, que sé que eres, me siento muy orgulloso de tu amistad y muy
conmovido por el ejemplo que me has dado, al saber que desde el primer momento
has acudido a los pies del Crucificado y has unido la amargura de tu
sufrimiento a los suyos. ¿Quién sino Él sabrá de traiciones, mentiras,
difamaciones e injusticias?
Estoy
seguro, Samuel, que desde el primer momento Él te habrá hecho sentir un poco
más bienaventurado. Guarda en tu corazón la dulce alegría de su amistad y la
esperanza en sus promesas.
Cor
unum et ánima una. Tu amigo que te quiere.
Jonatán
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